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NAHUEL SANTIAGO

Buenos Aires, 1983

Nahuel Santiago, si bien aborda actos que considera universales y cotidianos, elige trabajar sobre aquellos que dejan abierta la puerta a la incertidumbre: la muerte, el amor, la naturaleza. Esas cuestiones que, si bien son inherentes al ser humano no resultan fácilmente comprensibles por la razón ni tampoco totalmente abordables a partir de la fe, fundan una pausa atrapante y cautivadora, un lugar que condensa la potencialidad de mil respuestas. Y cuando ubica sus pinceladas sobre el lienzo, intenta encontrar ese lugar suspendido en el tiempo casi como un refugio. Santiago ofrece un instante de inmersión donde cada persona sea capaz de desdoblar la yuxtaposición de trazos, de líneas y capas de la misma manera que el cielo estrellado ofrece más destellos a quienes se detienen sin prisa a observarlo. Por un instante, todo se resume en ese trazo, como un recuerdo que nos acompaña siempre. 

Santiago comulga con la idea de múltiples interpretaciones; considera tan válida la experiencia de aquel que le declara algo íntimo, fuerte e introspectivo frente a su obra, como el que se acerca desde su formalismo. La duda y la incapacidad frente al entendimiento cimentan las principales motivaciones de su producción.

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