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Milagros Pochat tiene el don de captar una luz especial, un fuego calentito en cada mujer que pinta leyendo, en ese tiempo propio.

Pero, ¿qué hay en ese instante, en esa captura? ¿Por qué retratar a una mujer que lee? Un rayo que atraviesa el espacio, un gato que acompaña, alguna planta de interior, los libros preferidos, un tesoro. Un instante donde hay vida y deseo, deseo y contención, un rincón favorito.

Puedo decir que cuando leemos nos desarmamos, el arte nos desarma hacia la fuerza salvaje de las palabras. Gracias a estas pinturas de mujeres leyendo algo se detiene porque, ¿no estamos acaso hablando siempre del tiempo? Algo de ese tiempo tan preciado se sostiene, y en estos retratos quedan como fragmentos misteriosos.

Algunos dicen que leer es estar con una misma, es irse a otro lugar o paisaje. Muchas dicen que es refugio o salvación.

Perderse en un libro o en una pintura es estar enteramente presente. De chica miraba las pinturas como leía poesía, como algo inabarcable, algo que no me pertenecía. Y algo del mundo interior, del mundo espiritual me parecía forzado. O ajeno. Ahora no concibo el arte por afuera de ese sentimiento. Celia Paul dice que pintar es distinto que escribir, que para pintar se necesitan muchas cosas materiales, dice que usamos palabras todo el tiempo pero la pintura hay que practicarla todos los días para no perder el don.

Veo su biblioteca en cerámica potente y pequeña y quiero descubrirlo todo. Veo una obra larguísima de cómo leer, que dan ganas de susurrar: cómo, cómo, cómo, cómo, cómo en un poema eterno.

Lectoras es una captura y un recuerdo. Una especie de transformación porque nos deja espiar un ritual sagrado, ir hacia lo simple porque lo pequeño siempre insiste.

Marina Gersberg

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